Durante siglos, más bien milenios, los protagonistas de la historia, quiénes
escribían capítulo tras capítulo todos los acontecimientos de nuestro mundo han
sido reyes, emperadores y generales. Pocas veces el pueblo levantó la voz para
decidir el curso del destino de la humanidad.
La revolución francesa puso fin a todo esto, fue el culmen de los valores
ilustrados y estableció las bases de lo que llegaría a ser nuestra sociedad actual.
Nuestra sociedad contemporánea.
Supuso el principio del fin definitivo del Antiguo Régimen, el fin de los
privilegios y de la sociedad estamental. Se agotaron los días del principio de
autoridad, de las monarquías absolutas, de la economía agraria conservadora y
simplista.
La revolución fue la explosión de todo un proceso, un proceso de nuevos
pensamientos, nuevas formas de gobierno, un nuevo progreso que no fue ideado
por un líder sentado en el trono de un lujoso palacio, sino por toda una
nación.
Creo que se puede considerar como el inicio de la Edad contemporánea porque
fue la primera chispa que acabaría incendiando a todo el mundo estableciendo,
la que poco a poco se convertiría, en la mentalidad de la sociedad de nuestros
días.