Es un hecho que el imperialismo trajo multitud de
consecuencias para la humanidad. Se había llegado a una situación en el que las
opciones, según algunos analistas de la época eran únicamente dos: o el
imperialismo... o la guerra civil.
Pero esos problemas que quizá lo justificaron, o
incluso no dejaron elección, son errores de un pasado más lejano. Y digo
errores porque, bajo mi punto de vista, el imperialismo trajo más penas que
glorias.
Los ciudadanos de la época seguramente no sabían
de donde provenían sus riquezas, o porque fueron posibles o viables. Provenían
de las colonias en otros continentes del que ahora forma parte el tercer mundo,
provenían de los recursos extraídos a veces incluso a base de látigo y sangre
en la espalda. Provenían de la destrucción de culturas, pueblos y a veces
familias. Del racismo y de la desigualdad. De una sociedad indefensa trabajando
exclusivamente para una sociedad de clase más elevada, quedándose con las
migajas que les permitían únicamente seguir trabajando.
Aun así, no se puede tampoco negar que algún que
otro beneficio recayó sobre las colonias. Avances técnicos, sanidad,
protección, estimulación del comercio. Beneficios que se otorgaban única y
exclusivamente porque convenía todavía más a los países europeos. Pero
beneficios, al fin y al cabo.
Las consecuencias, buenas y malas fueron muchas,
y se podría hablar largo y tendido sobre ellas. Ahora bien, aunque solo
hubieran ido dando rosas y felicidad por el mundo, aunque fuera cierto ese
"derecho civilizador", aunque no hubiera ápice de racismo en las
intenciones, ¿por qué ir a colonizar otras naciones? ¿Quién les dio vela en ese
entierro?
Las consecuencias aún se palpan hoy en día. Es
nuestro deber como contemporáneos recordar que la brecha entre los pueblos es
aún enorme. Que de aquellos polvos vienen estos lodos, que asfixiarán poco a
poco a nuestro mundo. Claro, hasta que muera sin avisar.



