sábado, 17 de marzo de 2018

¿Podría una figura semejante a Adolf Hitler ascender al poder hoy día?


Para responder a esta pregunta habría que analizar cuáles fueron las causas del ascenso del nacionalsocialismo y compararlas con la realidad actual.

1-La primera de ellas fue el descontento generalizado en Alemania por el tratado de Versalles, que ellos llamaban Diktat. Era algo injusto, desproporcionado, ya que ellos "no habían perdido la guerra, sino tan solo depuesto las armas". Debían pagar compensaciones estratosféricas a los vencedores, que los volvía dependientes de los préstamos de EE.UU.

2-La teoría de que los judíos y socialistas habían provocado la derrota de los Imperios centrales se hizo muy popular. La riqueza de los judíos hizo pensar a los alemanes, a través de manipulaciones y engaños, de que ellos les habían robado a Alemania el poder y la riqueza. "La puñalada por la espalda", la traición a la propia patria, hizo extender el racismo extremo, ideologías que se verían reflejadas en el parlamento. También el miedo al comunismo tuvo su papel.

3-Y por último una situación de crisis extrema, La Gran Depresión, que si bien afectó a todo el planeta, los alemanes la sufrieron de manera especial. 

Desde luego, el ascenso de Hitler fue un ascenso de masas, y quizá podamos comparar estos motivos con escenarios que tenemos muy presentes en los telediarios:

 1- Los problemas territoriales se viven hoy en día. Las guerras en Oriente medio, el Brexit, la "independencia" de Cataluña son, a diferentes escalas, muestras del descontento sobre a que pertenece alguien o a que deja de pertenecer. Deseo de autonomía, de espacio vital están muy de manifiesto.

2- Desde luego, existe un tufo de racismo en el aire. Actos abominables de terrorismo son generalmente protagonizados por los musulmanes (algunos inspirados por el sueño de Al-Ándalus, de un imperio perdido, lo que nos remite al punto 1). Sin exculpar de ninguna culpa a esos enfermos, tristemente, la psicosis colectiva lo generaliza todo. Se
sienta contigo un árabe en el autobús y te cambias de sitio. Nunca estarás tranquilo en un avión con un musulmán cerca. Un negro camina cerca de ti por la calle y aceleras o deceleras el paso para alejarte de él. Son hechos presentes en nuestra sociedad, frutos de problemas con raíces muy profundas.

3-Y de la crisis hablamos en esta entrada. Las vacas flacas volverán una y otra vez, a distintas dimensiones, pero suficientes para hacer sufrir a mucha gente.
Habiendo comparado todos estos puntos, podría parecer que el ascenso de alguien como Hitler es algo obvio (Trump, cof, cof, cof). Y sin embargo yo pienso que no, que lo tendría muy difícil. El tirano alemán subió al poder gracias al silencio de la gente que no estaba de acuerdo con él. Gente que no podía o no quería tener voz. Pero en nuestra contemporaneidad existen las redes sociales que, ignorando todos sus problemas, que son muchos, pueden traer una ventaja o desgracia, según como se mire:

NADIE SE CALLA LA MALDITA BOCA (yo el primero).




¿Está el capitalismo condenado a sufrir crisis regularmente?



El capitalismo se basa en la libertad del individuo y de las empresas para realizar intercambios de carácter privado en base al consumo, a la oferta y la demanda. Por ello, la situación del mercado es equivalente a la de la sociedad. Si una entra en crisis, la otra también, porque hemos edificado nuestro modo de vida en esta forma de actuar, pensar y, sobre todo, consumir.                 

La historia de la burbuja que se hincha y se hincha en periodos de abundancia y que luego explota para dar paso a la pobreza y desesperación, es la piedra con a que, una y otra vez a lo largo de la historia reciente, nos vamos tropezando. Desde el crac de la bolsa de Nueva York hasta la crisis del 2008. La volatilidad del capitalismo, la facilidad de una montaña rusa (sin tener nada que ver con el comunismo soviético, por supuesto) para subir y bajar constantemente. Las largas colas del paro y el auge de los comedores sociales van casi siempre precedidos de un crecimiento incontrolado en un corto periodo de tiempo, en vez de asegurarse con un crecimiento escaso, pero durante años y años.

El capitalismo es igual al riesgo, por lo que las crisis y las alegrías estarán siempre en alternancia. Y, como en un casino, quién no apuesta, no gana. Y tan pronto se celebran sendas victorias con champán, como se suicida uno desde lo alto de un ático, tanto en Las Vegas como en Wall Street.